viernes, 27 de noviembre de 2009

construcción dunha mámoa


Larquitectura dolménica, que se desarrolla siempre dentro de formas sencillas, dentro del cual cabe la siguiente clasificación: a) Anta poligonal, sin puerta, y de tamaño reducido, como son por ejemplo una de A Mourela, otra del Monte de San Cibrao, la de Saa y la número r [sic] de Alvao. b) Anta poligonal con puerta y sin corredor, del tipo que se observa en el número 1 de As Motas, en la Casota do Páramo, en la de Dombate y en los números 8 y 10 de Alvao. c) Anta poligonal, a veces con tendencia a circular, provista de un corredor corto como A Capela dos Mouros, una de la Serra do Leboreiro y la mayor de la necrópolis de la Veiga das Maus de Salas, o de corredor algo más largo, al estilo de las de Argalo, Barrosa y Arca da Barbanza, llegando a tener en ciertos megalitos como en uno de Vilavella, y en los números 1, 4 y 7 de Alvao, una longitud considerable con relación al tamaño de la cámara. d) Cistas como las de Vilacampa, Recaré, Pedra da Xesta, Calvos, Pontes de García Rodríguez y Serra da Faladora. Las proporciones de las antas del noroeste peninsular son, por lo general, modestas y no alcanzan en ningún caso las de las grandes sepulturas megalíticas de otras regiones dolménicas como en las Baleares o Malta.
La construcción de los dólmenes:
La mayoría de las antas es de suponer que se construyeron abriendo un gran agujero circular en el suelo del emplazamiento, y formando con la tierra resultante de la excavación un terraplén que ayudaría a voltear los ortostatos posicionándolos en vertical o con la inclinación hacia adentro que presentan normalmente. El agujero se rellenaría después hasta una cierta altura para asegurar los ortostatos una vez colocados, procediéndose después a acercar los materiales de la mámoa que había de servir de plano inclinado para arrastrar la laja o lajas de cubierta, que quedarían apoyadas en los ortostatos que más sobresaliesen, siendo posible, en ocasiones, que en lugar de un gran agujero se abriese un hoyo menor para clavar en él los ortostatos. La facilidad que las mámoas daban para poner las losas de cobertura nos hace pensar que existieron siempre, y que su desaparición, que se observa sólo en pocos casos será debida a causas fortuitas que no siempre pueden determinarse con exactitud. Nos parece que el número de los esteos de la cámara y del corredor no obedecía a ninguna regla ni a preferencias acusadas. Aún así es frecuente que las cámaras aparezcan formadas por siete ortostatos, uno mayor en la cabecera y tres de cada lado; sucede así en las antas de Pedra Coberta, Moruxosa, Pedra do Raposo, Forno dos Mouros, Argalo, Dombate, Casota do Páramo, Capilla dos Mouros, en una de As Maus de Salas y en las número 1, 4 y 8 de Alvao, otras, en cambio, como la de Pala da Moura, la de Zêdes, y seguramente la número 7 de Alvao, tienen 9. La número 6 de la misma necrópolis no contaba más que con cinco, como una de As Motas y otra de Vilavella. Todos los megalitos que dejamos citados tienen puerta, pero pasando a los cerrados por completo, nos encontramos con la misma variedad, y así una de las antas de As Maus de Salas tuvo seguramente nueve chantas, otra del Monte de San Cibrao siete, dos de A Mourela seis, y la de Chao da Arqueta diez. Por lo que respecta a los ortostatos del corredor se pasa de las cuatro lajas de Pala da Moura y de Pedra Coberta, a las seis del número 7 de Alvao, y a las dos, a veces muy alargadas, del número 1 de esta necrópolis trasmontana, de la de Vilavella y de la Capilla dos Mouros. Los esteos se colocaban o bien imbricados, o tocándose a tope, o algo separados unos de otros, como se ve en el Forno dos Mouros y en la Capilla dos Mouros, pudiendo ocurrir que en una misma sepultura haya ejemplos de los tres procedimientos. Parece, así y todo, que existía en muchas ocasiones el propósito de cerrar el dolmen lo más posible, metiéndose al efecto piedras pequeñas en los espacios entre chantas y cerrando la boca del corredor con una losa puesta de través, como se ve en el número 1 de Alvao, que en el número 10 de la misma necrópolis se atrancó con piedras puestas de punta, en el de Vilavella y en el número 86 de la Serra da Faladora. Los ortostatos se presentan con fuerte inclinación hacia el interior, bien porque fueron puestos de esta forma para disminuir el espacio que habría de cubrir la tampa, bien porque se vencieron por el empuje de la tierra de la mámoa; aunque hay que decir que hay sepulturas, como la trasmontana de Pala da Moura, en que se disponen prácticamente verticales. En los megalitos con puertas, con corredor o sin él, se nota que existía una cierta preferencia a abrirlas hacia el naciente, pero sin que se pueda dar a esta particularidad un carácter general, pues hay muchas antas orientadas en diversas direcciones, hecho observado ya por Xosé Fortes en As Maus de Salas y que se repite en otras necrópolis. Como ya dijimos, nuestras antas son sencillas y no ofrecen grandes complicaciones constructivas. Las piedras eran puestas en la obra tal y como salían de la cantera, o dándoles un comienzo de labra, destinada de modo especial a igualar las superficies con objeto de acoplarlas más facilmente, y si en el lugar del emplazamiento afloraba algún penedo se aprovechaban sus ángulos favorables haciéndolos desempeñar el papel de uno o más ortostatos en la formación de la cámara, hecho éste que entre otros lugares se nota en las sepulturas 73 y 116 de la Serra da Faladora. Para asegurar la estabilidad de las chantas se calzaba su base con piedras pequeñas, o como ocurre en la mámoa número 77 de dicha Serra Faladora, una chanta que debía de inclinarse con peligro de caer se apoyó en un refuerzo que se colocó en el interior del monumento. En casos excepcionales el suelo de las cámaras se cubrió con una especie de enlosado, y en la Casa da Moura, de Zêdes, se dispuso alrededor del dolmen una masa de piedras, algunas de buen tamaño, cimentadas con tierra compacta y endurecida que vino a servir a la construcción a modo de zócalo o peana.

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